Entonces, alguien le habló del Sastrecillo Valiente y mandó a buscarlo. Por eso, un día, aparecieron por el taller del sastre unos enviados del Rey y le pidieron que fuera a palacio a ayudar al Rey y a derrotar a los gigantes. El sastre se asustó mucho y se arrepintió de haber sido tan soñador y de haberse metido en ese lío.
-Ya que eres tan valiente, ven conmigo a nuestra cueva y pasa la noche con nosotros. El sastrecillo aceptó la invitación y lo siguió. Cuando llegaron a la caverna, encontraron a varios gigantes sentados junto al fuego; cada uno tenía en la mano un cordero asado y se lo estaba comiendo.